lunes, noviembre 27, 2006

El hermoso camino de los ingleses

Una obra de arte. Quizá suene pretencioso pero es como defino la última película de Antonio Banderas, El camino de los ingleses, ya que me parece una maravilla estética. El viernes, el actor volvía a Málaga en su faceta de director para presentar su segunda experiencia en la dirección y para dejar en el celuloide plasmada su ciudad, que también es la mía.
La película cuenta la historia de Miguelito Dávila, que acaba de salir del hospital y ha decidido ser poeta, y los avatares de su grupo de amigos en el verano que marcará el final de su adolescencia. Hasta ahí, la historia, un guión que el escritor Antonio Soler realizó de su novela homónima, premio Nadal 2004, pero que creó como un "animal nuevo", según aclaró en la rueda de prensa posterior al primer pase realizado en Málaga el pasado viernes 24, una semana antes del estreno "oficial" del filme.
Y con ese trabajado guión le tocó el turno a Antonio Banderas. El malagueño escogió a jóvenes actores, muchos de ellos desconocidos, y se vino a rodar a esta ciudad. El resultado es un tesoro estético. Una película de autor. Un filme preciosista en el que destaca la cuidadísima fotografía, una iluminación, simplemente, perfecta; un original tratamiento en los planos, los encuadres, los movimientos de cámara... Banderas no se ha quedado en la historia y ha dado un paso más allá, introduciendo sueños cargados de simbología, desde el color rojo, a una peligrosa araña o unos pies descalzos. Destaca también la música, del malagueño Antonio Meliveo, que no cae en la emotividad y se mantiene reflejo de la historia, pero distante de ella.
Entre el elenco no quiero olvidarme de Raúl Arévalo en el papel de Babirusa, sin duda el que más conecta con el público en un personaje bellísimo. Ni al protagonista, Alberto Amarilla, al que no me esperaba para nada, después de haberlo visto en televisión, parece otro, simplemente.
Decía su director que con cada visionado la película ganaba. Si salí sorprendida del pase matutino para prensa, el de la noche me maravilló y por eso la recomiendo encarecidamente. Eso sí, al que no le guste el cine de autor, el cine raro, que vaya a verla, quizá sea un buen momento para aprender a disfrutar.

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miércoles, noviembre 22, 2006

eufemismos

Creo que esta vez me he demorado demasiado en publicar un nuevo post. Lo siento. Entono el mea culpa, pero no quiero quitarme de enmedio. Hay veces que lo urgente quita tiempo a lo importante. En este último mes ha habido cosas urgentes, pero más importantes, de ésas de las que no hay marcha atrás.

Una de ellas es la muerte. Una compañera extraña, de por vida, que en mi ciudad tiene un sinónimo hipócrita. Perdón, ahora se les dice eufemismos. En Málaga, a la muerte se le llama Parcemasa. "Estoy en Parcemasa" es la frase que revuelve las tripas de los malagueños más de aquí. Y mira que se molestaron en poner al cementerio nombre de arcángel (San Gabriel), como a los otros dos. Pero es que no gusta llamar a las cosas por su nombre.

Hay un recurso estilístico, la metonimia, que consiste en nombrar el todo por la parte o la parte por el todo. Eso hacemos los malagueños nombrando al principal cementerio de la ciudad por la empresa que lo gestiona, una parte llama a un todo...

Pero es por miedo. En el fondo a todos nos gusta entrar y salir de allí por nuestro propio pie. Es lo que tiene la vida, al final se le coge cariño, aunque no dejemos de despreciarla.

Te quiero abuela

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